Está muy bien que seamos puntuales, pero tampoco hay que pasarse. Ayer, faltando un minuto, se disparó el cohete para que saliese el primero de la tarde. El que entró a la plaza a las seis de la tarde en punto no llegó a tiempo de colocarse en ningún sitio.
Y lo de las charangas es pasarse un poquito -por no decir bastante-. Si ya cada vez tienen menos vistosidad, a este paso y con esa velocidad y rapidez que la Junta Local de Fiestas ha querido imprimirle -y que el concejal ha admitido-, terminarán por ser muy poco participativas o simplemente desaparecerán.
Faltando tres cuartos de hora para la salida del toro, ya están las peñas en la vila. Y la vila, como es norma, está vacía. Y faltando todavía veinte minutos para la salida del toro, con muchos de los carafales prácticamente vacíos, las peñas ya están en el centro de la plaza bailando las dos últimas canciones. Si hasta hoy ningún un toro ha salido después de las seis de la tarde o como mucho un minuto después, ¿a qué viene ese cambio, esa rapidez, agobios y prisas?
Muchas peñas están enfadadas, y con razón. Y más, cuando nadie les ha dicho, comentado, explicado ni consultado la nueva idea de “la velocidad y rapidez”.
En fin, al tema taurino.
El de Osborne, muy en el tipo, bajo, con cara y trapío, fue un toro bravo, aunque le faltó ese puntito de casta que hace que los toros den la sensación de peligro y terminen de entregarse.
Al principio le costó “agarrarse” al piso y resbalaba continuamente. Cuando ya se acomodó al asfalto, la gran cantidad de rodadores (impresionante la gente que hubo ayer tanto por la tarde como por la noche en la vila de Almassora) no le dejaron respirar ni diez segundos. Uno detrás de otro, como en el turno de la carnicería. Y claro, como el toro acudía a todos los cites pero sin peligro, pues más rodadores encima y tirando de él continuamente. Buen toro.
Por la noche realizó una muy buena embolada. Persiguió al que cortó la cuerda y a todo el que lo rodó. Y acabó, como casi todos, en la Picaora, donde se arrancó varias veces a los quiebros. Pero al momento, el toro estaba parado y todos los rodadores “adorándolo”. Qué hace allí un toro parado que ha costado un dineral y que nadie disfruta. Si el rodador ha disfrutado de él durante toda la lidia, y más por la tarde, ¿tanto cuesta sacar al toro a la calle y que al menos la gente se divierta viéndolo pasar?? ¡¡Mientras el toro está allí parado, la gente del resto del recinto está aburriéndose¡¡
Increíble, y casi todos los días pasa lo mismo. Prefieren tener al toro parado en la Picaora que verlo correr por las calles y que así lo puedan ver al menos los niños desde los balcones.
Y ya comentaremos lo del “cronómetro” que se usa para encerrar a los toros. Con la “pasta” que cuestan, y con el tiempo más que justo o incluso adelantado, alguien manda o decide que se encierren los toros.
El de Aurelio Hernando, con peso y no tan bonito y del que todo el mundo esperábamos más, fue un toro desrazado y que se dedicó simplemente a corretear por las calles y que únicamente acudió con ganas cuando “Chamaco” le ofreció su muleta en la plaza de la Picaora. Por la noche se dedicó a hacer prácticamente lo mismo, corretear por las calles. Pero al menos la gente no se aburrió, no como ocurre, por voluntad de algunos, con los toros a los que “adoran”.
cronica: J.L.
fotos: Eric Sanchez
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