El triunfo de la inteligencia
Fue la tarde de un maestro, esa en la que un torero en el cénit de su carrera hace alarde de todo su valor, destreza y conocimientos para triunfar por encima de las circunstancias. Así es como se impuso El Juli en la primera de sus dos actuaciones de este año en los Sanfermines, ante dos toros de Victoriano del Río, en principio, con muy poco positivo de dónde sacar.
Las dos faenas de El Juli, desde que recibió a ambos ejemplares de su lote hasta que los tumbó de sendas estocadas, fueron absolutas lecciones de lidia. En primer lugar, por cómo administró, ya desde su salida al ruedo, la escasa raza de ambos. En segundo, por cómo les hizo embestir más de lo que querían. Y, por último y definitivo, por cómo logró de ambos las mínimas prestaciones en las que apoyó un triunfo para el que él puso la mayor parte.
Y todo ello sin un alarde, sin populismo, sin gestos demagógicos, sin necesidad de "vender la mercancía" a un público que tal vez no apreció todos los matices del magisterio de El Juli pero sí que sintió y vibró con la apabullante capacidad torera del madrileño.
Su primero fue un toro vulgar, feo por fuera y por dentro, que apenas quería seguir la muleta. Desde que se salió con él hacia las afueras, Juli comenzó un intenso proceso de adiestramiento que, sin dejar que los pitones tocaran la tela más que una vez, logró un rendimiento insospechado del animal, al que mató de una contundente estocada.
El quinto, también de encaste Atanasio Fernández, fue un astado grandón que siempre quiso irse de las suertes en los primeros tercios. Bastó con que El Juli se quedara solo con él muleta en mano para que, insospechadamente, el de Victoriano del Río fuera cogiendo celo e incluso galopara tras el sabio engaño de su matador. Lo que no consiguió fue que además embistiera con clase, algo sólo al alcance de un genetista.
Esta segunda faena fue otra gran demostración del poder julista, con el remate de unas manoletinas inéditas en el repertorio del diestro de San Blas. Con la plaza entregada, al presidente no le importó que la estocada cayera baja para conceder dos orejas más que reflejan con exactitud la redondez de la actuación del torero en que se sostienen estos Sanfermines.
Otra oreja cortó Miguel Ángel Perera del tercero, el único toro que embistió con entrega y profundidad. Esas virtudes se pudieron apreciar en las primeras tandas del desigual trasteo del extremeño, que pronto se colocó entre de los pitones para realizar sus alardes de cercanías característicos y que le valieron el trofeo.
Los otros tres toros, el segundo de Perera y el lote de Curro Díaz, mantuvieron la tónica general de descastamiento del encierro: el sexto se rajó muy pronto en tablas y los otros dos apenas si quisieron descolgar el cuello para tomar la muleta del linarense.
Curro Diaz 1º toro del Juli 2º toro del Juli Miguel Angel Perera
Informa:Diario de Navarra
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